Siempre me redimes...
y desgranas halagos que, en desmedida,
buscas con afanes nuevos.
Caducan los silencios ...
Abdica mi alma en la reticencia
de mostrar el gesto del aura enamorada.
Insisto en engañar a tu mirada
que configura ensueños
y se desdice.
Quedan entre labios,
palabras anestesiadas
que desasosiegan sueños.
Son leves, sutiles, engañosas,
por cubrir un espacio
y añejar algo más
de nuestra tonta cordura.
¡Bello y santo será el encuentro
en que tu corazón y el alma mía,
descubran la vida oculta
de sentimientos compartidos
en febril espera!
Y caiga cuajado de rocío
el blanco velo de tu pasión
y mi total locura,
nacidos en una lejana primavera...