domingo, 30 de diciembre de 2012

SABIOS, INTELIGENTES, ANSIOSOS DE ADORAR...


"...Los que estaban lejos, vieron LA LUZ
y van tras de ella..." (Mt.2,1-12)Tenían todo, riqueza, castillos, oro,
tierras, estudios, pero sabían que ALGO NO CONOCÍAN, ALGO LES FALTABA, NO POSEÍAN,
 y por eso salieron presurosos a recibir ESE REGALO DE DIOS.
LOS REYES MAGOS Y
DESDE CADA RINCÓN DE LA TIERRA, LOS PUEBLOS,
querían conocer a QUIEN SERÍA EL REY DE REYES.-
Quienes podían hacer el intento, llenaban sus alforjas
con todo lo mejor que podían ofrecer.
Caminaron varios días
y cuando llegaron al pesebre,
entraron con temor y temblando,
no sabían por qué,
pero sintieron una emoción muy extraña.
Cayeron de rodillas
ante la belleza tan inocente de esa carita,
tan hermoso como desamparado,
porque todos sabían que Herodes lo buscaba.
Tan puro como todo niño,
pura invitación, puro amor,
¡Le ofrecieron todo,
el ser, el tener,
la mirra
que da respiro anestésico
a la humanidad doliente,
el oro que se paga como tributo de reyes,
las oraciones,
el incienso que perfuma los santos lugares...
Simeón dijo que al verlo
se le volvió joven la sangre,
se fortalecieron sus músculos,
sintió un optimismo tan grande
que sólo podía venir
de manos de DIOS!
 
Ojalá cada uno de nosotros podamos sentir lo mismo, para comenzar una VIDA NUEVA,
distinta, santa, pura entrega.
Ojalá podamos des-hacernos de "nuestros castillos interiores"
y disponernos a emprender el camino,  para llegar a la esencia del pesebre hogareño de nuestra familia. Arrodillar el alma ante el Dios presente, indefenso, pequeño, que viene a hacerse carne en nosotros .
Eso es tener corazón misionero, salir a RECONOCER A JESUS EN CADA HERMANO, hay que abrirse el camino  y llevar buen ritmo, parejo, siempre y con todos.

A enfermeras y enfermeros de la ciudad (public.en EL COLONO DEL OESTE)



Yo que he salido a caminar mi calle
en esas horas de colores tiernos,
puedo deciros de su estremecida vocación de silencio…
…quiere ser calle de cielo..”
Dice Antonio Requeni en su poema.

Y Juan José Saer pudiera agregar :
“…el olor de café, denso como un abrazo, en la casa quemada de gran amor……con los ojos cerrados oigo voces ajenas cantar mi misma canción y sé que esté donde esté, se está siempre en la TIERRA NATAL, porque un hilo invisible, cuya medida es la que uno le impone, te acompaña indefinidamente dando alteridades del recuerdo que ya son leyenda…”
Y nuestras calles… ¡Gracias a Dios! ...aún se visten muchas veces de silencio, son calles de cielo. Se hacen leyenda y cuentos, y se dispersa el irreemplazable aroma de café, que despierta un dejo de amor y ansia de re-vivir. Uno siente el alma respirando brisa y ternuras idas, con el dulce sabor de aquélla alegría que llenaba todos los espacios…una paz impagable.
La vida, también aporta días en que hiere las entrañas con situaciones extremas y que, entre los recuerdos felices, afloran…no para obnubilarnos, sino para reconocer que Dios, siempre ha puesto SUS ÁNGELES CUSTODIOS a nuestro lado. Seres íntegros, solidarios, nobles, sacrificados, que escriben con su apostolado, muchas páginas de la historia de la comunidad; seres que no sólo saben el sentido de su deber y oficio, sino que la ternura de su corazón, puesta en cada gesto, en cada acto y palabra, sabe consolar y serenar el espíritu de quien los llama.
¡Ah, Señor! Cuánta pena alivian…bendícelos hoy y siempre. Ellos son los enfermeros de hospitales, sanatorios, enfermerías, emergencias, geriátricos…empresas todas, que prosperan cuando hay entrega, humildad y disciplina. Estoy segura de que Dios les tiene preparada una indulgencia muy especial por lo que son, hacen y dan.
Cuando el dolor acosa, no se tiene la capacidad pensar más que en uno mismo.
Pero“ellos” saben que el dolor y el sufrimiento generan respeto y un espacio sagrado. Al decir de San Camilo, patrono de los enfermos y de los profesionales de la salud, “…ellos deben cuidar del enfermo con la ternura, el candor y devoción, como los que tiene una madre con su hijo”.
San Juan de la Cruz dice: “…un siervo herido, por tu vida asoma y de ti mismo el aire fresco toma…”
Los profesionales de la salud comparten el camino de la Cruz ajena y a la vez, el enfermo es también apóstol desde su misma enfermedad, porque nos convoca a obrar con misericordia.
El enfermero sabe que aparecen sorpresivamente, necesidades concretas que requieren soluciones concretas y rápidas. Ellos, con su destreza, idoneidad y equilibrio sereno, hacen posible que “todo pase dignamente” y el enfermo se colme de agradecimiento. Esos enfermeros, se sumergen en la realidad para transformarla y casi diría “transfigurarla”. ¡Es de tanta nobleza lo suyo!
Y nuestras enfermeras y enfermeros tienen la humildad sabia.
Esa misma de Jesús, cuando lavaba los pies a sus apóstoles, que no los miraba por sobre sus hombros, sino que su mirada subía desde los mismos pies hacia arriba, en toda su humanidad.
Por supuesto que en todo oficio o profesión, existen los ineptos, insensibles, indiferentes y hasta groseros, gruñones y perezosos. Personas que, al igual que todas, fueron “seleccionadas” para ese trabajo, por un personal directivo que CONFIÓ en ellos y no saben corresponder con inteligencia, respeto, incluso hacia sí mismos, al punto de arriesgar su trabajo. ¡Pero nada les importa!. De ellos no hablemos.
Antes, en mi lejana niñez, la visita domiciliaria era más sanadora (¡¡¡Y aún lo es!!!) que la misma medicación recomendada. La paz que trae el médico al alma del enfermo, sus preguntas, una sonrisa, una palmeada o palabra de FE, de esperanza, dejan en quien lo necesita, adrenalina pura que incentiva todas sus hormonas y logra que se sienta nuevo. Porque también el profesional, se transfigura en Jesús, por la sutil invitación a la Fe que exorta, por el bendito “DON DE GENTES”, hoy tan perdida virtud divina.

-- 

JORGE LUIS BORGES

"...No hay un solo día que no estemos un instante en el paraíso, porque siempre hay algo o alguien, que, con su sola presencia, aliviana la pesadumbre de vivir..."































































































































De Alfonsina...

"...Hielo y más hielo recogí en la vida.
Yo necesito un sol que me disuelva..."

Pobrecita, no reconoció el fuego
del Espíritu, que la habitó siempre,
en su raciocinio, en su fortaleza,
en su ciencia...
¡QUIÉN si no ÉL!







¡Bienvenidos!

De una canción de Baglietto, que hace magistralmente junto al incomparable Lito Vitale, llamada "Y no olvides que un día, tú fuiste sol", me encantó rescatar algunos de sus versos...son maravillosos...

"No dejes de asombrarte
ante un nuevo nacimiento de tu jardín...
no escondas ni la pena ni el dolor...
no saltes en pedazos,
no entregues tu diamante,
no permitas que se pierda tu cosecha...
¡busca la raiz!
Baja hasta tus valles
que éste es tu país,
donde están tus riendas,
tu espuma, tu verdad...
...donde naufragaste, haz crecer mil rosas..."

Lindo, como consigna de una mañana, ¿verdad?