Era otro de nuestros juegos preferidos.
Mamá coleccionaba cajas de latas que venían con masitas, caramelos, bombones, tostadas...
Traían en su exterior, dibujos multicolores y adornaban cualquier rincón.
Una de ellas cumplía la función de costurero.
Esa caja por fuera, tenía fondo negro y muchas flores. Allí guardábamos botones, agujas de varias medidas, alfileres de gancho, cintas, el dedal, el centímetro, alguna tijera pequeña...
Como en nuestra infancia no existían los rasti y tantos juguetes como ahora, muchas veces "la lata de botones" era el juego preferido.
Hacíamos trencitos con los botones( pasándoles una hebra de lana por sus orificios), o bien con los carreteles de hilo. O cortábamos flores de paraíso, les sacábamos el pistilo y las enhebrábamos a modo de collares.
Papá y mamá nos enseñaron a contar, restar, dividir, sumar y multiplicar con los botones. A jugar al TA.TE.TI y otras destrezas. Con los botones aprendimos a enhebrar situaciones, a encontrar para cada botón el ojal exclusivo, supimos lo que significa " pertenecer", formar grupos homogéneos y diferentes, pero todos con capacidades útiles, conocimos que en hilera tenemos más espacio y mejor presentación, que en círculo nos vemos todos las caras y podemos sonreirnos mutuamente, como también supimos que donde el botón se prende con el ojal, hay intimidad, tibieza, resguardo y aumenta la fortaleza. Y que si lo abrimos, ventilamos, independizamos y dejamos volar el corazón de los oprimidos.
¡Eran tan lindas nuestras infancias con papá y mamá tan cerquita...! ¡Sus consejos casi al oído mismo, tanta ternura en voz baja, serenos, dulces...!
¡Me cuesta creer tanta inocencia! hoy los niños tienen dos años y encienden computadoras, saben los colores, saben contar al menos hasta diez...
Pero de todos modos, me encantó aquella inocencia maravillosa, pura, tierna.
Sabemos que la computadora activa la inteligencia y se aprovecha mejor la materia gris de los pequeños.
Y aunque reconozco mil bondades de tanta tecnología, viendo lo que pasa hoy con los violadores por internet y tanta cosa absurda y denigrante, a veces pregunto a Dios por qué se perdió aquella creatividad de los juguetes confeccionados por los mismos niños, camioncitos, tractores, a los que les agregaban un peine atado atrás , y hacía las veces de trilladora. Las pistas de autos hechas en la tierra misma, rutas con altibajos de piedras y montañas , arbolitos con ramas arrancadas del jardín de mamá o de los abuelos, charcos imitando lagunas, que los hacían con tapas de frascos rellenitos de agua, tranqueras hachas con palos secos, casas con techos a dos aguas, para los que ocpaban cartón; el juego con las bolitas de vidrio, los de veredas como el tejo, marinero busca trabajo, la estatua, las escondidas, o las figuras armadas y moldeadas en plastilina.
Todo era de madera, piolín, perlas, flores, papeles y cañas finas como los barriletes.
Todo era imaginación, creación, simpleza. Maestros y padres trabajando en perfecta armonía.
Todo enseñaba a arreglarnos con poco, a intentar cambios, colores y formas diferentes, conveniencias...
Enseñaba a crecer con poco y a ese poco disfrutarlo y hacerlo rendir.
Enseñaba a compartir, a equilibrar en su justa medida.
A veces todo se venía abajo y también aprendimos a "volver a empezar".
Aprendimos a ahorrar en alcancías para conocer el sabor del sacrificio, de la perseverancia y la tolerancia. Y supimos que así se lograban cosas mejores.
Se nos enseñaban alternativas para suplir lo que faltaba, antes de ahogarnos en un vaso de agua y sentirnos defraudados.
Conocimos nuestras potencialidades y trabajamos nuestras falencias para crecer y mejorar.
Gozábamos plenamente del sol, el aire libre, y hasta de las lluvias y días nublados: para esos días había otros juegos, como los barquitos de papel que botábamos en las calles inundadas. ¡ Vivíamos, y lo hacíamos con los ojos bien abiertos y los pulmomes colmados de oxígeno, de tanto andar y correr en las veredas y parques!
¡Eran tan largas las mañanas y las tardes...! Mamá, papi, los tíos nos sentaban en sus rodillas y nos hacían ver los brotes de los árboles y plantas en primavera y las ramas peladas en el otoño...abrían frutos para mostrarnos su esencia.
Aprendimos que en el día tenemos tiempo para cada cosa, para levantarnos a horario, como lo hacen las gallinas y otros animales, a servir como el perro y el caballo, a dar y dar como la vaca que nos regala su leche. Hay tiempo para descansar y contemplarlas maravillas del Señor. Hay horas de alimentarse, de compartir, de programar y soñar...tanta diversidad en un solo día...
¡Era tan linda la vida...naturalmente vivida, tan bellamente...que parecían melodías de gratitud al Creador!
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