Probé los mil senderos
por aliviar mi alma herida.
El pulpo de la impotencia
abrazó mis fuerza hasta doblegarla.
Y ante lo álgido del desconcierto
entregué a Dios mi desventura.
Una paloma blanca
en el umbral de la puerta,
al regresar a casa
anunciaba SU respuesta:
"EN PAZ, HIJA, EN PAZ..."
EL, siempre está tan cerca...
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