Tapizan la pradera
las violetas
y en la hamaca de soga, Sofía,
se embriaga con aroma de azahares.
El milagro es compartido
con jazmines, orquídeas y narcizos
que absuelven el ultraje de los tiempos.
dispersa su fragancia
en la mañana campestre
y redime la soledad andante
entre hojas y pisadas.
Camina Sofía...
Deja mansedumbre en su huella
entre rosas mosquetas y junquillos.
El ruiseñor suma presencia
con sus trinos
y la higuera,
ni áspera ni fea,
ostenta brevas moradas
que sutilmente prueba la doncella
y devela su rostro la dulzura.
Sofía sólo piensa:
¿Qué hortelano puede donar
tanta divina exhuberancia
si no el Creador?
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