Nos sorprende un día,
nos vulnera en un instante.
Nacen los suspiros,
nos sentimos plenos,
nos persuade, nos fortalece,
nos dejamos envolver.
Quiere mostrarse, decirse.
Mediante bondades, ternuras,
sonrisas, lágrimas...
Cambia el pulso, lo agiliza, lo calma.
Baila y retoza el corazón alegre.
Las glándulas regulan,
la circulación equilibra,
el malhumor se escapa,
y todo toma otro rumbo.
Descarta la angustia,
no cede espacios, los gana.
Vitaliza al cuerpo.
Acaricia la felicidad y la impone.
Pero lo grave...
¡lo grave es que CONTAGIA!
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