La novela no puede morir.
Al menos, antes de que me dé el gusto de hacerlos partícipes, de varias que he escrito. No es lo mismo escuchar o ver una novela, que leerla...
Es una elección de disposición de alma...
Es una elección de darme los tiempos, de vestirme con ropa cómoda y apoltronarme en un "rechoncho sillón"... al decir de Octavio Paz.
Es disponer una hamaca paraguaya, entre dos sauces llorones.
o una toalla en la arena tibia de inmensa playa...
¡Por favor! nada más gratificante que organizar ese deleite espiritual.
¿No creen?
Es una elección personalizada. Nos impone otro ritmo, otra mentalidad.
El buen lector, adora el entorno que elige, de acuerdo a lo que le impone su vida, su hogar, su trabajo, el sosiego que ansía después de un baño relajante.
Su bata cómoda, un par de chinelas y la luz que le apetece a sus ojos.
La vitalidad y el misterio que desenvuelve una novela, merece el clima y la serenidad del mejor banquete espiritual.
Ese dejarse estar, en la apertura del alma ávida por disfrutarlo.
Pronto les doy ese placer de la novela, está en la predisposición de ustedes, saber disfrutarla.
Vayan inventándose el placer...
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