¿Qué es lo que a tu alma adolece
y tan dulcemente
ofrece tu timidez,
tu mirada?
Todo artista que indaga
la argucia tan veleidable
que permanece inviolable;
y sin embargo, le embriaga,
con tu sonrisa empalaga
cuando intenta rescatarla.
Luces tan vulnerable
con la frente despejada...
y tu larga cabellera
como sereno torrente
acaricia y se regala
a tu cuello atrayente,
y al escote impertinente
que a todo hombre fascina;
pero jamás adivina
lo que Da Vinci captara
en suma actitud celosa,
de la musa codiciosa
conque el artista divaga.
¿Habrá habido
un diálogo elocuente?
¿la confesión sugerente?
¿o un cálido beso previo
conque Leonardo captara
con singular altivez
la supuesta libidinez
que ella le despertara?
¿ o es tan solo un antifaz
de personalidad casi inerte
que, sublimada,
ella ostente
en inventada fusión
y la arrobada obsesión
que, el artista en el lienzo,
logre en tácito silencio
lo que la imagen mistura?
La gubia, el pincel, la pintura,
exoneran de sus manos
un movimiento, un sentir,
o algo quieren decir
de una traviesa manera.
Desean mostrarse serenas
¡cuando se ven tan latentes!
o en actitud permanente de
¿caridad? ¿ de bonanza?
O en esa virtual circunstancia
en realidad,¿ son regueros
que juegan aventureros
y dicen ser la templanza?
Quizás sea arrogancia...
¡qué rictus tan embustero!
No quiero ser alfarero
de tan lujurioso asedio.
Prefiero obviar mi criterio
y sólo reverenciar
a Da Vinci en su magisterio;
antes que sea un improperio
lo que me antoje dudar.
¡Que otro se halague y divague!
Yo sólo quise impulsar
esa duda tan vehemente,
que por siglos y a toda gente,
¡ha llegado a alborotar!
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