Su ciencia no era ciencia,
¡era su vida misma!
Delgadez, hirsuta barba.
Aire de respetabilidad.
Candela errática
en ceremonial entrega.
Chillido gutural de confeso ayuno.
Presencia complaciente,
de vivaz encanto, sonrisa perenne.
¡Iluminó nuestras vidas!
El silencio infranqueable
meció virtudes
que desbordaban en sendas de luz.
Habrá de marcarnos
en recuerdo eterno.
¡PAZ... Y GRACIAS, MAESTRO!
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