Dulce marca
El último escalón
de los que me llevaban
al confortable altillo
de la casa de mi abuelo,
le sirvió a mi vida, para aprender
lo que enseñan las ausencias.
En el último escalón
de los que me llevaban al altillo
de la casa de mi abuelo,
escuchaba la continua ambivalencia
de la marcha y el silencio
de un compresor de aire,
que hacía cimbrar las paredes y la vida .
Funcionaba en el taller vecino a la casa.
Así fue que :
Me hice consciente de los tiempos:
Del hablar y el callar, del irse y volver,
de las lluvias y las secas,
de las lunas y el sol,
del dormir y el despertar,
del reír y el llorar,
del vivir y el morir,
del amor y el desamor.
En el último escalón
de los que me llevaban
al confortable altillo
de la casa de mi abuelo,
aprendí que ,
en el natural instinto del ser,
la contemplación dejó su huella.
Los años comienzan a pesarme…
Y a veces olvido lo cíclico.
Sólo el espejo me devuelve la memoria.
A veces…
¡…Extraño tanto el último escalón
de los que me llevaban
al confortable altillo
de la casa de mi abuelo…!