Los cristales del ventanal parcializan el mundo
que transcurre por las calles.
Complace ver la vida que se mueve al ritmo de la paz.
Algunos con la tarea cumplida, volviendo a casa
otros con el desgano propio del clima tórrido
que padecemos.
Pero todo suma en delicada elocuencia
que reclama serenidad al caer la tarde.
Algunos rostros tensos, recios, casi atormentados.
Otros sosegados, ansiosos del remanso
Multiplicidad y riqueza de vidas diferentes
que, al fin, se integran con afán conciliador
en trascendente reunión familiar;
único y especial bienestar que
transmuta obstáculos en nimiedades.
Un día más se va por el horizonte dorado
y se respira radiante, el orden del universo,
¡PATRIMONIO DIVINO!