Muy solo en la vida el dolor lo acosaba
y en su generosa alma cobijo le dio.
Lo grabó su mente, lo cargó su espalda,
lo llevó a la ruina
¡y se acostumbró!
Con él almorzaba, con él se afeitaba,
y hasta algunas veces con él dialogó.
Perdió su trabajo, se fueron amigos
anestesió su pulso
y casi murió.
Hasta que un buen día recorrió su entorno,
repasó unas fotos, sonrió con algunas
¡se reconoció!
Se vio tan distinto...
se hizo preguntas,
no había causantes
y oyó el segundero voraz del reloj.
¡Le dio gran apuro, tomó su camisa, empuñó la pala, hizo un hondo pozo
y allí lo enterró.
Buscó a su amada, le contó la historia
y ella muy sonriente,
feliz, lo abrazó.
Volvieron dichosos y pronto un hijo, al hogar llegó.
Si no entierras tu pesimismo, todo muere alrededor.