La transfiguración nos enseña que " de este cuerpo nuestro, tenemos que hacer un cuerpo glorioso".
Es el tiempo de la mortificación cristiana: sacrificios, ayuno, oración, caridad...
es adaptarnos a las exigencias impuestas por Cristo, como modelo humano, es seguirlo de cerca. (Mt.16, 24)
Esa mortificación tiene por objeto rectificar el desorden moral, que nos viene del pecado original y de nuestros propios pecados.
Es redimir a la persona humana, para que ella, dignifique a la Iglesia toda(Col.1, 24)
La verdadera mortificación es la que nos enseña toda rectitud interior.
Ese tono de sacrificio, es inmolación directa.
Dijo San Agustín:
"...No digáis que los tiempos presentes no son de sufrimientos de mártires: reprimir la ira, respetar la justicia, huir de la impureza, doblegar el orgullo, dejar de lado la envidia y la avaricia...¿no son actos martirizantes?..."
Pero es el único modo de poder decir de frente al Padre:
¡He aquí que vengo a hacer tu voluntad!
(Hb. 10, 6-7)
Único camino de salvación cristiana.
Teniendo en cuenta las observ.relativas a los alimentos,
que eran costumbres del pueblo judío,
lo real de esa salvación es lo relativo más al orden espiritual
que a las tendencias comunes y necesarias de todo cuerpo,
como lo son alimentarse, cuidarse...
cuerpo que debe seguir siendo
TEMPLO DEL ESPÍRITU SANTO.