Quiero sublimarte, dolor,
en una pira de amor ya fecundado.
Y ver cómo en tu ausencia
ya no duele el corazón
y la vida, desde el alba.
La fuente inagotable del Espíritu
es mi cayado, me rescata y no reposa.
Es yerbilla que a mi Dios ensalza,
es potencia, es luz, es pura calma
que tiene a mi alma, acostumbrada.
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