Absorta en el muelle,
la ventisca despierta mi admiración.
El chubasco reitera su acoso,
hasta empapar mis ropas,
la piel bronceada, la colorida reposera...
Cada ola trae afanosa
la diversidad del encanto.
Incólume se yergue
ante la fuerza del viento,
que la somete sobre la arena.
Con bronca, hilvana un nuevo intento.
De mayor altivez.
Condensa su prodigio en caldeado vientre
y un murmullo pesado anuncia
su ferocidad despierta.
En espléndida cumbre
se dibuja erguida y nívea.
Arremete en el vacío de un instante
para sorprender a los peñascos.
Se esmera en un galope inusitado.
¡Rompe contra ellos
y se eleva
en el despliegue de mil gemas
transparentes, saltarinas!.
Vuelve a su cauce
en sedosos hilos
y desposita sobre el arenal
las opulentas medusas que,
indefectiblemente,
anuncian cambio de tiempo.
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