Eramos niños aún,
cargados de santa inocencia.
Nos amamos descubriendo
al mundo en sus divergencias.
Dos cuerpos que, en sortilegio,
modificaban su esencia
y con cada novedad
nos sorprendía la urgencia
de salvar la ambigüedad:
__¿Estoy en la pubertad
o es esto la "adolescencia"?
Que "mis formas"...
Que tu vello...
y la sangre avasallante,
los abrazos y los sueños
de un amor apasionante.
Tus manos que me avanzaban
y yo contenía el ímpetu
del valor que ¡ no alcanzaba!
a frenar tu instinto pícaro.
El aliento estremecido
que no hallaba disciplina;
sensación desconocida
que excede toda armonía.
Es esa dura batalla
de dos almas encendidas:
una, que avanza con todo.
La otra, que se domina
por contener el deseo
llenito de adrenalina.
Buscar el límite justo
para no vender mentiras
y tampoco desvirtuar
lo que la edad nos provoca:
¡sentir la necesidad
del primer beso en la boca!
¡Qué hermosa la adolescencia
que tan juntos compartimos!
La posterior convivencia
cuando vinieron "los niños".
Un amor que en su apetencia
supo elegir el destino:
¡Consolidar un hogar
con los mejores principios!
¡FUISTE MI MEJOR REFUGIO!
Qué pena fue nuestro epílogo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario