Nos vimos...
Y te envolviste en mi ternura
como quien ajusta el echarpe
a su cuello,
para sentir su calidez.
Sentí que era
como un plato de sopa
que llegaba a tu vida,
después de haberte saciado
con manjares finos.
O quizás,
la última hoja de un block
de cartas de amor,
sobre la que cuesta deslizar la pluma
porque ya todo se ha escrito.
¿migajas sobre un mantel?
A primera instancia
todo eso creí.
Pero un misterio diáfano
fue abriendo caminos.
Perplejidades.
Como una canción que se va y vuelve
al ritmo de la brisa.
Imprimías indelebles tatuajes
a mi corazón, cada atardecer,
con mayor fuerza.
Moldeabas sutilmente a un hombre nuevo.
Ductilidad en el trato.
Actitudes nobles regodeaban
tu autoestima.
Crecías manso y cariñoso.
Nos completamos en lo alegre
como en lo padecido.
Colmaste de cariño
todos los rincones de mi casa.
¡Fue un milagro!
Así dijiste:
¡Recién conozco el verdadero amor!
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